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Jos Carpio

No, nada sale bien si intentas escapar

Play. Inicia.


Son iguales los días en la oficina y el sentimiento insondable que se me acoge en el medio del pecho. El trayecto a casa que me quita tanta vida, esta tonta rutina a la que me he tenido que amoldar.


Cuando llego a casa, me sorprendes. Antes de poder siquiera meter la llave en la hendidura, abres la puerta como si me hubieses estado esperando desde hace horas. La última vez que pasó algo así fue...¿cuándo? ¿Hace dos meses? ¿O hace dos años? Como sea. Me sorprendes y punto. Me sorprendes y te sonrío. Tus ansias por mí me encienden superficialmente hasta lo más profundo.


De pronto, te observo por primera vez en mucho tiempo. A lo que en serio. Pálido y perplejo. Como si yo fuese el reflejo de tu juventud llegando para reclamarte los años que se nos fueron. Es ahí que caigo en cuenta...


El saco colgando de tu brazo, dos maletas rebosando de recuerdos a tu lado, tu cabello despeinado y la camisa que no te queda bien desde hace un par de años. Cuéntame por qué tienes esa llave en la mano, por qué tu cuerpo me evade y veo tu mirada cada vez más abajo. Las luces amarillas de esta habitación parpadean por la incertidumbre, y yo no termino de entender de qué vas.


"¿Es acaso que te irás?"


Mírame a los ojos y explícame de qué se trata todo esto. No lo entiendo. ¿Por qué dejaste marcada la alfombra con las ruedas de tus maletas? Con lo difícil que es dejarla limpia cada fin de mes. Parece que huirán por el pequeño espacio que hay entre mis piernas. De pie, congelada debajo de la puerta, creo haberme confundido de lugar.


"Disculpa, ¿es esta la dirección correcta?"


Mientras tus ojos me rehúyen, me parecer haber visto nuestras fotos aún colgadas de la pared, aunque incluso debajo de este umbral, me llega el soplido de una ausencia que empieza a acomodarse junto a mis abrigos que cuelgan solos de un lado del armario. Viejos y apiñados. Y el lado de la cama que últimamente se ha sentido tan fría, de repente empieza a quemar. Estático, aterido, intentas de forma inútil hacer brotar ese "te amo" que lleva atascado en tu garganta este último par de años.


Me paralizo.


Me lanzo a reír.


Deja el chiste, estoy agotada, ¿sí? Los días en la oficina me matan. Sabes que regreso cada noche porque sé que los dramas han quedado pausados en los cajones de mi escritorio. Y más bien, déjame contarte lo que he estado planeando para nuestras vacaciones de este año. ¿Recuerdas que siempre fantaseamos con largos paseos y noches de vino en La Toscana para nuestra luna de miel? En su lugar, terminamos encerrados en un cuarto de hotel que no era ni grande ni sorprendente como la vida que imaginamos hace...bueno, hace ya sabes cuánto. Pues esta tarde se me ocurrió que quizá podríamos...¿Qué te parece si dejas ese mapa que tienes ahí? Si te sientas, te preparo un café, y hablamos de visitar juntos los lugares que ya pensaste visitar en esta huída.


"No, mi vida, ¿para qué?"


Esto me recuerda a la vez en que papá se fue, y yo solo miré...solo miré...de pie debajo de la puerta, preguntándome si algún día iba a regresar. Ahora las palabras de mi madre resuenan en mi cabeza: "todos regresan".


Pausa. Respira.


Considéralo otra vez. Cuéntame por qué hay una carta sobre el comedor. ¿Es tu adiós? ¿O es un acertijo que tengo que descifrar? Vamos, ya sabes lo buena que soy para los misterios. ¿O es que acaso lo planeaste para celebrar nuestro aniversario? Uff...menos mal, pensé que los juegos entre nosotros habían quedado en el pasado.


¿Por qué tu rostro sigue tenso cuando te digo que participaré? Juntaré los puntos que me digas, las mayúsculas de nuestras vidas y encontraré el tesoro al final del arcoíris...o quizás en nuestro parque, en nuestra playa. Cruzaré los 7 mares si eso quieres, a cambio de mantener lo que todavía puede durar. No es lo mismo, ni mucho menos ideal, pero funciona. ¿Acaso no es lo que hemos venido haciendo todos estos años? A mí siempre me han dicho que funcionar es suficiente, por eso funciono, por eso me quedo. ¿Cómo podría ser de las que se van? No sé irme, y por lo tanto, no sé regresar.


"¡Oye, detente! ¿A dónde vas?"


No es algo que no sepas, incluso tu madre lo comentó en una de nuestras cenas. Ella dijo "nada sale bien cuando intentas escapar". Para entonces, conversábamos sobre tu hermana y el divorcio que estaba atravesando. A nosotros nunca nos cayó su marido, era un poco esnob, un poco raro, pero funcionaban. Lo que quiero decirte, a pesar del cansancio que traigo después de un largo día de trabajo, es que las huidas no son buenas. Correr nunca se te dio bien. No me engañas, es algo que sé desde que me lo contaste en uno de nuestros primeros aniversarios. ¿Así que por qué lo intentas siquiera?


Siempre y cuando no pongamos los pies sucios sobre la alfombra, porque sabes lo costoso que es dejarla limpia cada fin de mes, soy capaz de gatear por ti.


Solo no me lo pidas hoy, estoy exhausta.


Dejo caer mi saco y mi bolso sobre el sillón. Recuerdo cuando llegamos por primera vez. Todo era nuevo y sorprendente en ese entonces. Todo brillaba en un escandaloso blanco. Ahora me sorprendo por la oscuridad a la que nos hemos tenido que acostumbrar. Tú me hablas, intentas darme algún motivo, pero no puedo oírte, mi cabeza intenta hacer memoria de cuándo fue la última vez que abrimos esas persianas.


Oye, mejor deja esa actitud y tócame la guitarra en el sofá, como cuando teníamos 25 y descansábamos sobre el porche de tu casa. Cuando vivíamos de colores y contábamos los universos paralelos en los que nuestra historia de amor existía. En esta línea narrativa, te apagas. Finges sonrisas a mi lado durante las cenas con nuestros amigos, a pesar de que a solas me dices que todo está bien. Y yo me lo creo, es lo que he venido haciendo todo este tiempo, por eso me sorprende que hayas creído tan vehemente que sería normal para mí verte tan asustado al interrumpir tu última oportunidad por escapar.


Play. Retoma.


Cuéntame por qué esa cadena que siempre ha colgado de tu cuello, ya no está. ¡Y cuéntame por qué pones la inicial de mi nombre sobre la palma de mi mano! Ya me quedó claro que no piensas tomarte ni un segundo más para darme a entender que conmigo ya no es.


"Mi vida, ¿a qué intentas jugar? "


Este circo que atendemos ha cerrado todas sus funciones. Este juego de niños que aún jugamos a los treinta y tantos está empezando a oler a quemado. Así que te quitas el disfraz de pirata, como si no te divirtiera tanto, y me dejas vestida y alborotada, pretendiendo ser una invasora en este barco fantasma.


"No, nada sale bien si intentas escapar."


La honestidad difiere de la ignorancia que escapa por tus labios. Este espectro al que has tenido que llamar tu mujer te interrumpe el paso, así que lo lastimas con palabras mal sonantes. Responde a mis preguntas. No me des motivos, no me des razones. No quiero saber por qué lo estás haciendo...


Pausa. Escucha.


No te pediré que te quedes si te quieres ir.


"Es más, ¿te alcanza para la gasolina?"


Porque si piensas huir, más te vale no quedarte a medio camino, botado en el pasillo por donde pasará mi festival. Si te vas, que te quede claro, no hay excusa ni motivo por el que tengas que regresar. Algún día, quizá mañana al amanecer, estaré bien.


No, nada sale bien si intentas escapar. Los carros de huida se queman y sus llantas chillan antes de que puedas pedir ayuda.


Es realmente una pena.


Toda una pena.


No, nada sale bien si intentas escapar. Seré la señora de tu apellido hasta medianoche, hasta que ese avión aterrice en otra pista, lejos de mi tierra. Y tú serás el señor de las disculpas que llegan pasada las 12, de aquí a 6 meses quizás, cuando sientas que ya empecé a olvidar tu nombre.


No, nada sale bien si intentas escapar, pero que te vaya bien en esta caída libre. Que el reflector te apunte, que la pista se deslumbre con tus pasos de baile. Yo esta noche tengo pensado rellenar una copa de vino mientras envuelvo los regalos de bodas que nunca abrimos, y luego con suerte, me vaya a dormir. Quizá no sueñe, quizá llore. No importa. Esta noche podrá ser mortal, pero no será eterna.


Amor de mi vida, no pierdas tu energía persiguiendo el amanecer, tarde o temprano, te llegará la noche también.


Pasas por mi lado como en cámara lenta, siento el lino de tu abrigo arañar mi piel. Te detienes lo suficiente para echarme una última mirada. Tristemente estos ojos ya no te logran atrapar. Mi mente sigue repitiendo lo mismo: nada sale bien si intentas escapar. Al inicio todo es nuevo y el aire te refresca, pero ¿en dónde dormirás? Las camas son más frías en la carretera. Los almuerzos insípidos, solitarias las cenas.


Cuéntame sobre esa bolsa de dinero que escondes en el pantalón. ¡No me la des! No la necesito. Si te vas, vete, y llévatelo todo. No quiero nada. Mis tragos, mis libros, y yo estaremos bien. Tan solo déjame una hoja de papel, así es como he venido construyendo mi hogar desde la infancia.


Pausa. Retrocede.


No, nada sale bien si intentas escapar, pero adelante, te ayudo a bajar esas maletas. Adiós y au revoir. Dejaré que los recuerdos me hinquen lo que me tengan que hincar. Después de todo, si hay algo que he aprendido de ti, es que aunque te vayas, igual te quedas.


Yo no volteo ni saludo, ni siquiera para mofarme de mi pasado.


Cuéntame, aún esposo mío, cuéntame algún día sobre lo que sentiste cuando me viste por última vez. Cuando sentiste mi respiración a escasos centímetros de la tuya. Son iguales nuestros jadeos en medio de esta despedida, a los que proferíamos en la habitación olvidada de tu hermano, pero eso fue hace 9 años.


Date cuenta de que todos los lugares tienen mi nombre grabado. Los bares por la noche y las cafeterías de las mañanas. Las copas de las que beberás para olvidarme, la botella de champaña que estará en tu mesa la próxima vez que te cases.


No, nada sale bien si intentas escapar, pero cuéntame, cuando hayas huido y creído que ya todo estaba dicho y hecho, por qué es que aún no me puedes dejar de respirar.


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