Me siento rara.
Y bien.
Y un poco tonta también.
Él dice que no fue amor, que fue carnal.
Yo no sé qué fue.
Creo que ni siquiera fui yo.
Pero sostengo la rareza del primer beso en un par de años,
y el sabor agrio de dos bocas que se confiaron en que solo se tomarían un par de cafés.
Olor a cuero.
Olor a lo ansiado.
Olor a perfumes caros.
Olor a cuerpos que parece que no se extrañaron tanto.
O quizá sí.
Quién sabe.
No sé.
Yo no.
Él dice que estuvo bien.
Yo le digo que sí.
¡Y lo estoy!
Pero me siento rara,
al revés,
y un poco tonta también.
Casa...
Casa...
Qué extraña es esta casa.
Un día era de colores, ahora está pintada de añil.
Tiene las luces apagadas, pero la chimenea encendida.
Qué color a viejo.
Qué olor a olvido.
Quizá solo sea que son las 6
y es Lima
y es invierno
y el cielo está gris.
Y que él dice que
no fue malo,
que fue extraño.
Y que yo creo que sí, aunque en realidad
no
sé
qué
fue
Creo que ni siquiera fui yo.
Quizá fue algo carnal, o quizá todo de amor.
Ahora viajo con su aroma en el taxi, resaltando sobre los 10 mil perfumes caros que me hizo sentir.
Así de fuerte lo llevo a él.
Y mientras más lo huelo,
más desaparecen las ilusiones de los amores italianos,
mi vieja triste canción de amor veneciana
¡Qué va! ¡Quién necesita Florencia!
Cuando él lleva mi casa en su apellido.
Estoy lloviendo.
댓글