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  • Jos Carpio

Ana no duerme, juega con nada

Y sus ojos resplandecen cuando ven el sol desde la ventana de su cuarto. Mira la calle siempre a eso de las 4, concurrida con gente acelerada que va de un lado a otro sin mirar de vuelta.


A Ana no le agradan los días lluviosos porque entonces la gente prefiere quedarse en casa. El llanto de las nubes es magnifico, pero a las personas no les gusta el llanto, Ana.


Por otro lado, sí les gustan las noches lluviosas, cuando el agua refleja el brillo de cada ser que habita pasando el cielo, o puede que solo sea porque el mismo se carga de ojeras grisáceas y a Ana eso simplemente le fascina.


Toca su sombra, cuenta las luces.


Cuando su madre la acuesta pensando que va a dormir, ella enciende su lámpara de foco verde y con sus delgados dedos, forma sombras en el muro para realizar sus propios murales.


Ana es una artista.


Suele soñar despierta que el amor viene y roza sus dibujos con delicadeza, pero solo vienen las hadas. De todas maneras, a ella le gustan las hadas porque brillan y destacan; le gusta todo lo que brilla porque casualmente todo lo que lo hace es especial. Además, con ellas canta palabras.


Ana quiere jugar sobre la alfombra.


La alfombra suele ser suave como las rosadas mejillas de Ana, quien en realidad no sabe que lo son. Le gusta creer que la alfombra es igual de suave que la luna, tan hermosa y blanca, con algunas imperfecciones que incluso así, no logran quitarle su belleza.


Ana le entrega sus ojos de caleidoscopio a la luna, porque confía mucho en ella y le tiene demasiado cariño por el simple hecho de adornar la tenebrosa noche con tanta paz y delicadeza.


Ana espera el día.


El sol también es de sus más queridos amigos: brilla y le brinda abrazos calurosos. Aunque en realidad prefiere el sol de invierno; un sol fresco que vive con los ojos cerrados y sus cabellos dorados flotando sobre la Tierra. Y él la ayuda a tocar su sombra.


Sin dudarlo, sus mejores amigos son la luna, el sol y la sombra.


Pero la luz y la alfombra forman parte de su ser.


Tal vez mañana despierte sobre el mar.


Su manta es de un color verde agua oscuro al igual que el mar frío. Ana se acuesta sobre él con el anhelo de despertar sobre las apacibles aguas del océano, porque es extenso, profundo y contiene vida.


Para Ana, la vida depende de que te quieran vivo, y ella quiere vivo al mar.


Él le susurra cosas, le canta al oído, llama a las hadas por ella mientras duerme y, por sobre todas las cosas, la cuida.


El mar es su papá.



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